"No quiero placeres que me permitan huir de la vida, sino que me la hagan más intensamente grata. Y ahora viene la pregunta del millón: ¿cuál es la mayor gratificación que puede darnos algo en la vida? ¿Cuál es la recompensa más alta que podemos obtener de un esfuerzo, una caricia, una palabra, una música, un conocimiento, una máquina, o de montañas de dinero, del prestigio, de la gloria, del poder, del amor, de la ética o de lo que se te ocurra? Te advierto que la respuesta es tan sencilla que corre el riesgo de decepcionarte: lo máximo que podemos obtener sea de lo que sea es alegría. Todo cuanto lleva a la alegría tiene justificación, y todo lo que nos aleja sin remedio de la alegría es un camino equivocado.
¿Qué es la alegría? Un «sí» espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando menos lo esperamos. Un «sí» a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser.
Quien tiene alegría ya ha recibido el premio máximo y no echa de menos nada; quien no tiene alegría -por sabio, guapo, sano, rico, poderoso, santo, etc., que sea- es un miserable que carece de lo más importante.
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